El abogado que defendió al ladrón que asaltó su chalet

Años 80. Eliseo Izquierdo era un viejo conocido de la policía. A causa de sus problemas de drogadicción, contaba con numerosos antecedentes penales por diversos delitos contra la propiedad (ajena, por supuesto). Hasta que un buen día, una de sus fechorías le cambió la vida. Ese día, Eliseo asaltó un chalet en Reus, pero no un chalet cualquiera. Se trataba del chalet de Antonio Pedrol Rius, Decano del Colegio de Abogados de Madrid y Presidente del Consejo General de la Abogacía.

La víctima se interesó por las circunstancias y por el pasado del ladrón, comprobó que se trataba de un drogadicto con problemas mentales, y tomó una decisión que podría resultar sorprendente: se hizo cargo de su defensa. Sorprendente desde el punto de vista de quien ha sido víctima de un robo. Pero no tan sorprendente si se mira desde la óptica de un abogado que cree en el derecho de defensa de los ciudadanos.

La importante cuantía de lo robado, el agravante de casa habitada, y la reincidencia del acusado, le auguraban un oscuro horizonte penal. El Fiscal le pedía once años y medio de prisión.

Fue una defensa memorable. El abogado consiguió probar, mediante una prueba pericial psiquiátrica, que Eliseo padecía desde pequeño una afección cerebral ocasionada por una poliomielitis y que afectaba a sus capacidades de querer y conocer. Una eximente incompleta por trastorno mental que el tribunal aplicó como muy cualificada. Además, hizo revisar la tasación de lo robado, demostrando que ascendía a unas 60.000 pesetas, lejos de las 400.000 pesetas en que lo había valorado la acusación.

Al final, los once años y medio que pedía el Fiscal quedaron en una leve condena de solo cuatro meses de arresto mayor.

Decía Calmandrei que “Los buenos abogados deben descubrir en todos los delitos, aún en los más abyectos, aquellos elementos de la piedad humana que mejor compaginan con su índole, y que quedarían ocultos al público si ellos no fueran sus generosos descubridores”.

© José María de Pablo Hermida, 2012.